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Aguada de cobre, Minas Capillitas

Aguada de Cobre, en las alturas de Minas Capillitas

El viento frío de la sierra envuelve a quien se aventura hasta Aguada de Cobre, un rincón escondido en el corazón de Minas Capillitas, Catamarca. Allí, entre montañas ásperas y cielos diáfanos, la geología y la historia se mezclan para dar vida a un paisaje único, marcado por la presencia de la célebre rodocrosita, la Rosa del Inca y, por supuesto, de este hermoso arroyo colorido. 

Ubicación y acceso

Aguada de Cobre se encuentra en el departamento Andalgalá, a unos 57 kilómetros de la ciudad antes mencionada, emplazada a unos 3.000 metros de altura. El acceso principal es por la Cuesta de Capillitas (la más larga de Sudamérica), un camino de ripio que asciende lentamente en zigzag. A medida que se gana altura, los valles se hacen más pequeños y la vegetación cambia hasta volverse escasa, dejando a la vista las rocas desnudas y vetas de colores rojizos y rosados.

La Cuesta de Capillitas

El acceso mismo es parte de la experiencia. La Cuesta de Capillitas ofrece curvas pronunciadas y miradores naturales donde el horizonte se abre hacia las sierras.
En cada tramo, el viajero percibe cómo cambia el aire, cómo las nubes parecen al alcance de la mano y cómo la luz pinta las rocas de tonos rojizos y dorados.




Mapa



Cuesta de Minas Capillitas

Otras tomas de la cuesta

Clima y ecorregión

El clima es árido de sierras y bolsones, con inviernos fríos y secos, y veranos templados donde las lluvias se concentran en pocos meses.
La vegetación responde a estas condiciones: arbustos bajos, líquenes, cactus y pastizales de altura dominan el paisaje. Es una zona de transición entre el Monte y la Puna, con especies adaptadas a la radiación intensa y al contraste térmico entre el día y la noche.

La fauna incluye pumas, zorros andinos, vizcachas, aves rapaces y pequeños roedores, todos especialistas en sobrevivir en un medio tan exigente.


Hidrografía

Aunque el entorno parece seco, el agua se hace presente en formas pequeñas pero esenciales.
En temporada de lluvias, arroyos temporarios bajan con fuerza por las quebradas, arrastrando sedimentos rojizos y marcando huellas profundas.
Existen aguadas naturales, pequeñas acumulaciones de agua que dan nombre al paraje y sirven de punto vital para personas y animales. En invierno, el agua puede congelarse, aumentando la erosión por ciclos de hielo y deshielo.



¿Por qué el agua se ve azul en Minas Capillitas?

En las quebradas de Minas Capillitas, uno de los paisajes más llamativos es el contraste entre la aridez de la montaña y los cursos de agua que adquieren un color verde-azulado intenso. A simple vista parece un efecto pintado sobre la roca, pero en realidad se trata de un proceso natural ligado a la geología del lugar.

Las montañas de esta región contienen una gran riqueza mineral: cobre, hierro, azufre y otros compuestos que dieron origen a la histórica explotación minera. Cuando el agua de lluvia o de deshielo circula por las fracturas de las rocas, va disolviendo parte de esos minerales. En particular, los sulfatos de cobre son los responsables de aportar esa tonalidad característica que tiñe el cauce.

Además, las manchas rojizas y anaranjadas que suelen acompañar al verde corresponden a la oxidación del hierro, otro mineral abundante en el macizo de Capillitas. Así, cada escurrimiento superficial se convierte en una especie de “pincelada química” sobre el paisaje.

Es importante aclarar que estas aguas no son aptas para el consumo humano ni animal, ya que la concentración de metales pesados puede resultar dañina. Sin embargo, desde el punto de vista paisajístico y geológico, son un verdadero espectáculo natural que refleja la íntima relación entre el agua y los minerales de la montaña.



Cultura y presente

Aguada de Cobre y Minas Capillitas no son solo mineral y paisaje: también son memoria.
Las comunidades locales han estado ligadas históricamente a la minería, a la vida de altura y a la venta de artesanías hechas con rodocrosita. La Rosa del Inca no es solo un mineral, es un símbolo de Catamarca y de Argentina en el mundo.

Hoy, con un turismo en crecimiento, el desafío está en proteger el patrimonio natural y cultural de la zona, evitando el saqueo y promoviendo un desarrollo sostenible que permita a las nuevas generaciones seguir encontrando en estas montañas la belleza y el misterio de lo auténtico.


Comienzo del trekking hacia Aguada de cobre desde el campamento de Minas Capillitas

Apenas bajamos al arroyo ya comenzamos a observar la tonalidad celeste en las rocas del arroyo



Luego de una caminata de unos 15-20 minutos, llegamos

En esta parte los colores son muy llamativos


Desde arriba del muro del dique
Vista desde arriba
La vegetación en esta zona se presenta de esta forma (hojas pequeñas y espinas) por la aridez propia del lugar
La parte superior del arroyo
Comenzamos el regreso

Vista del campamento de Minas Capillitas a lo lejos

Unos cactus coloridos

Ruinas de viejos sitios donde descansaban los mineros y/o sitios donde guardaban herramientas


Últimas fotos del arroyo


Visitar estos rincones de Catamarca es mucho más que un paseo: es la oportunidad de descubrir paisajes únicos donde la geología y la historia minera se entrelazan con la inmensidad de la montaña. Cada sendero, cada arroyo de tonos irreales y cada silencio de altura invitan a vivir una experiencia diferente. Animarse a recorrer Minas Capillitas es abrir la puerta a un mundo oculto que guarda postales inolvidables y que espera al visitante con la magia intacta de lo auténtico.


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Casa de Piedra: El tesoro oculto en las alturas de El Tala

Este magnífico sitio arqueológico se encuentra situado en las quebradas altas de la cuenca del río El Tala (a unos 2.000 msnm), Casa de Piedra es uno de los sitios arqueológicos más impresionantes —y lamentablemente más olvidados— del patrimonio cultural de Catamarca.

El acceso es exigente: requiere caminar unos 8 km río arriba desde el kilómetro 22 de El Tala, cruzar el río 9 veces y luego ascender durante más de dos horas en terreno empinado y sin senderos definidos. Pero el esfuerzo vale cada paso.

Casa de Piedra no es solo una construcción: es un complejo agrícola planificado. El sitio está formado por 54 terrazas de cultivo agrupadas de manera escalonada, a lo largo de toda una quebrada, simulando un enorme anfiteatro. Cada terraza tiene muros de hasta 1,90 metros de alto y unos 70 metros de largo, separadas entre sí por pasillos de 3,50 metros.

Un rasgo técnico notable es el sistema hidráulico: la parte superior del conjunto está compuesta por tres troneras o desagües para controlar el agua de lluvia y dirigirla a las terrazas inferiores, lo que evitaba la erosión. Todo el conjunto está bordeado por un muro perimetral de contención de 80 cm de altura.

En la parte alta se encuentran estructuras cuadrangulares organizadas en torno a un patio, posiblemente utilizadas como espacios habitacionales o de almacenamiento.

Las evidencias indican que Casa de Piedra fue ocupada entre los años 800 y 1480 d.C., coincidiendo con la expansión de la Cultura Aguada (en su variante Portezuelo) y la posterior influencia incaica. Esta cronología se basa en estilos cerámicos identificados en sitios vecinos y fechados por carbono 14 (como Pueblo Perdido y Ojo de Agua).

Aunque en Casa de Piedra no se hallaron fragmentos cerámicos en superficie, su monumentalidad y el sistema constructivo la vinculan directamente con el paisaje agrícola ceremonial de estas culturas.

El trabajo arqueológico muestra que Casa de Piedra no está aislada: forma parte de un paisaje socialmente construido. En las inmediaciones se han identificado al menos 180 sitios arqueológicos, que incluyen aldeas, viviendas dispersas, canales de riego, morteros, estructuras ganaderas y funerarias. Todo esto revela una ocupación continua y planificada del territorio, donde la vida cotidiana, el trabajo y lo sagrado se entrelazaban.

Algunas fotos del camino hasta este maravilloso sitio:

Amanecer en la Sierra Ambato

Por donde mires hay belleza

Hoja de Sombra de toro (Rodina rhombifolia), honguitos y cactus sobre una rama de un árbol
Cascadita
La inmensidad no se distingue en las fotos

Las terrazas de cultivo están por todas partes
La nubosidad le daba un toque artístico↓




La técnica detrás del legado

Los muros fueron construidos con lajas verticales y relleno interior de tierra, una técnica sofisticada que aún resiste el paso del tiempo. En otras zonas de la quebrada, se usaron también afloramientos rocosos naturales como parte de la arquitectura, mostrando una relación íntima con el paisaje.

Casa de Piedra es un sitio con enorme potencial para el turismo cultural y de senderismo de altura, pero no cuenta con ninguna señalización, protección ni puesta en valor. La falta de políticas sostenidas de preservación deja que el tiempo, el olvido y la desidia sigan amenazando lo que debería ser un orgullo provincial.

Casa de Piedra en otoño


Detalle de las ventanas que regulaban el agua de lluvia para disminuir la erosión hídrica

¿Cuántos visitantes, arqueólogos o estudiantes más tendrían que caminar hasta este lugar para que alguien se digne a protegerlo? La historia está ahí, escrita en piedra… solo falta voluntad política para leerla.

"La Machu Picchu Catamarqueña": secretos en las laderas de la Sierra Ambato.

A simple vista, las montañas que se levantan en cercanías a Casa de Piedra pueden parecer solo un pliegue más en la geografía agreste del oeste catamarqueño. 

Pero al mirar con atención, las líneas comienzan a revelarse: escalones que suben, plataformas que ordenan el terreno, señales inconfundibles de un antiguo sistema de terrazas de cultivo que desafió el tiempo y el olvido.

Estas terrazas están ocultas a plena vista, camufladas por el pasto y la piedra, en la ladera opuesta al río, como esperando a ser descubiertas nuevamente. Lo fascinante es que no se trata solo de ruinas: es la huella de un pueblo que supo vivir en equilibrio con el entorno, aprovechar el agua y la montaña para producir, resistir y trascender. Una Machu Picchu catamarqueña, sin templos de piedra, pero con el mismo misterio.

¿Quiénes habitaron estos cerros? ¿Qué sabiduría quedó enterrada entre sus andenes? ¿Qué historias quedaron sin contar? Quizás no lo sepamos todo, pero sí podemos imaginar. Y sobre todo, podemos empezar a valorar.

En un mundo que busca reconectar con lo esencial, este rincón puede transformarse en un símbolo de identidad para nuestra provincia. Un destino para el senderismo, la fotografía y la historia viva. Un motivo de orgullo para quienes viven en estas tierras.

¿Y si le damos un nombre?

Podríamos llamarla “Andenes del Viento”, o tal vez “Ciudad Verde de Piedra”, como un homenaje a la arquitectura ancestral que se fusiona con la naturaleza. ¿Vos qué nombre le pondrías? 

Quiero agradecer especialmente a Ezequiel Fonseca, uno de los autores del trabajo Paisajes humanizados en la cuenca del río El Tala - Catamarca, por haberme facilitado generosamente el acceso al artículo y brindarme información clave para comprender la complejidad histórica y espacial de esta región. Su colaboración fue fundamental para enriquecer el abordaje de este tema desde una perspectiva interdisciplinaria. También extiendo mi reconocimiento a Cristian Melián, Claudio Caraffini y Abril Traverso, por su valioso aporte académico que combina la arqueología y la geografía humana en el análisis de paisajes históricos.

Fuente consultada:

Fonseca, E., Melián, C., Caraffini, C., & Traverso, A. (2020). Paisajes humanizados en la cuenca del río El Tala - Catamarca. Revista Vientos del Norte, 7(1–2), 104–122. Universidad Nacional de Catamarca.

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