Este magnífico sitio arqueológico se encuentra situado en las quebradas altas de la cuenca del río El Tala (a unos 2.000 msnm), Casa de Piedra es uno de los sitios arqueológicos más impresionantes —y lamentablemente más olvidados— del patrimonio cultural de Catamarca.
Casa de Piedra no es solo una construcción: es un complejo agrícola planificado. El sitio está formado por 54 terrazas de cultivo agrupadas de manera escalonada, a lo largo de toda una quebrada, simulando un enorme anfiteatro. Cada terraza tiene muros de hasta 1,90 metros de alto y unos 70 metros de largo, separadas entre sí por pasillos de 3,50 metros.
Un rasgo técnico notable es el sistema hidráulico: la parte superior del conjunto está compuesta por tres troneras o desagües para controlar el agua de lluvia y dirigirla a las terrazas inferiores, lo que evitaba la erosión. Todo el conjunto está bordeado por un muro perimetral de contención de 80 cm de altura.
En la parte alta se encuentran estructuras cuadrangulares organizadas en torno a un patio, posiblemente utilizadas como espacios habitacionales o de almacenamiento.
Las evidencias indican que Casa de Piedra fue ocupada entre los años 800 y 1480 d.C., coincidiendo con la expansión de la Cultura Aguada (en su variante Portezuelo) y la posterior influencia incaica. Esta cronología se basa en estilos cerámicos identificados en sitios vecinos y fechados por carbono 14 (como Pueblo Perdido y Ojo de Agua).
Aunque en Casa de Piedra no se hallaron fragmentos cerámicos en superficie, su monumentalidad y el sistema constructivo la vinculan directamente con el paisaje agrícola ceremonial de estas culturas.
El trabajo arqueológico muestra que Casa de Piedra no está aislada: forma parte de un paisaje socialmente construido. En las inmediaciones se han identificado al menos 180 sitios arqueológicos, que incluyen aldeas, viviendas dispersas, canales de riego, morteros, estructuras ganaderas y funerarias. Todo esto revela una ocupación continua y planificada del territorio, donde la vida cotidiana, el trabajo y lo sagrado se entrelazaban.
Algunas fotos del camino hasta este maravilloso sitio:
Amanecer en la Sierra Ambato↓
La técnica detrás del legado
Los muros fueron construidos con lajas verticales y relleno interior de tierra, una técnica sofisticada que aún resiste el paso del tiempo. En otras zonas de la quebrada, se usaron también afloramientos rocosos naturales como parte de la arquitectura, mostrando una relación íntima con el paisaje.
Casa de Piedra es un sitio con enorme potencial para el turismo cultural y de senderismo de altura, pero no cuenta con ninguna señalización, protección ni puesta en valor. La falta de políticas sostenidas de preservación deja que el tiempo, el olvido y la desidia sigan amenazando lo que debería ser un orgullo provincial.
Casa de Piedra en otoño↓
¿Cuántos visitantes, arqueólogos o estudiantes más tendrían que caminar hasta este lugar para que alguien se digne a protegerlo? La historia está ahí, escrita en piedra… solo falta voluntad política para leerla.
"La Machu Picchu Catamarqueña": secretos en las laderas de la Sierra Ambato.
A simple vista, las montañas que se levantan en cercanías a Casa de Piedra pueden parecer solo un pliegue más en la geografía agreste del oeste catamarqueño.
Pero al mirar con atención, las líneas comienzan a revelarse: escalones que suben, plataformas que ordenan el terreno, señales inconfundibles de un antiguo sistema de terrazas de cultivo que desafió el tiempo y el olvido.
Estas terrazas están ocultas a plena vista, camufladas por el pasto y la piedra, en la ladera opuesta al río, como esperando a ser descubiertas nuevamente. Lo fascinante es que no se trata solo de ruinas: es la huella de un pueblo que supo vivir en equilibrio con el entorno, aprovechar el agua y la montaña para producir, resistir y trascender. Una Machu Picchu catamarqueña, sin templos de piedra, pero con el mismo misterio.
¿Quiénes habitaron estos cerros? ¿Qué sabiduría quedó enterrada entre sus andenes? ¿Qué historias quedaron sin contar? Quizás no lo sepamos todo, pero sí podemos imaginar. Y sobre todo, podemos empezar a valorar.
En un mundo que busca reconectar con lo esencial, este rincón puede transformarse en un símbolo de identidad para nuestra provincia. Un destino para el senderismo, la fotografía y la historia viva. Un motivo de orgullo para quienes viven en estas tierras.
¿Y si le damos un nombre?
Podríamos llamarla “Andenes del Viento”, o tal vez “Ciudad Verde de Piedra”, como un homenaje a la arquitectura ancestral que se fusiona con la naturaleza. ¿Vos qué nombre le pondrías?
Quiero agradecer especialmente a Ezequiel Fonseca, uno de los autores del trabajo Paisajes humanizados en la cuenca del río El Tala - Catamarca, por haberme facilitado generosamente el acceso al artículo y brindarme información clave para comprender la complejidad histórica y espacial de esta región. Su colaboración fue fundamental para enriquecer el abordaje de este tema desde una perspectiva interdisciplinaria. También extiendo mi reconocimiento a Cristian Melián, Claudio Caraffini y Abril Traverso, por su valioso aporte académico que combina la arqueología y la geografía humana en el análisis de paisajes históricos.
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